miércoles, 8 de diciembre de 2010

LA ALEGRÍA

La alegría es una emoción básica de los hombres. Es un estado. No ERES alegre, ESTÁS alegre.

Esto es bueno y malo a la vez: Es malo porque no dura siempre pero es bueno porque puedes conservar la esperanza en que pronto volverás a sentirla.

Cuando estás alegre ves todo con una luz amarillenta brillante, como en los días de sol, aunque esté nublado o nevando. La sonrisa no se te borra de la cara y es una sonrisa no premeditada.

Te sientes más fuerte que el mejor de los superhéroes, tanto que piensas que nada te puede parar. Quizá haya algo que pudiera obligarte a detenerte un rato pero, cuando estás alegre, sabes de sobra que recuperarás el ritmo sin problemas.

Estar alegre no es reírte sin parar ni transformarte en un bufón desmedido sino más bien estar preparado para disfrutar al máximo, es como escuchar un chiste con la predisposición de que fuera a ser el mejor de tu vida.

No todo el mundo se siente de la misma manera cuando está alegre, aunque todos coinciden en sentirse bien.

“Yo de mis hermanos soy la mayor y cuando la alegría llega a mi cuerpo me siento bien. Como si tuviese un kilo de amor y felicidad en el cuerpo.
                      
En cambio a mi hermano mediano la alegría es el momento en el cual todo el mundo le presta atención y otras veces es la vergüenza la que interviene en la alegría como a mí también me pasa.

Y mi hermano pequeño a veces se toma la alegría a “chunga” y otras también tiene vergüenza.

Para mí la alegría resumidamente es cuando te sientes bien porque te ha pasado algo.

Entonces estas contento.”

 Andrea Camarero (9 años)


En el libro Recetas de lluvia y azúcar*, al que acudiremos otras veces, nos dan las siguientes pistas…

La alegría dio vida a todas las cosas. Aunque ya existían estaban quietas, inanimadas, sin atreverse a ser. En el mundo, los que mejor conocen la alegría son los niños.

Receta  para estar alegre:
  1. Abrir los ojos.
  2. Escuchar el sonido del mundo.
  3. Dar vueltas sobre uno mismo como una peonza.
  4. Cantar y bailar y, después, bailar y cantar.
  5. Amanecer por la mañana, atardecer con el sol (vale ponerse naranja) y dormir por la noche.
  6. Darse besos en los brazos.
* Eva Manzano, Mónica Gutiérrez Serna. Thule.



AVISO A NAVEGANTES:
Los textos que se recogen en el blog son escritos por Esther Navarro. En los casos en los que no sea así, SIEMPRE se citará al autor.

sábado, 4 de diciembre de 2010

EL ODIO

  Es como una caja de fuegos artificiales de color oscuro y duración indeterminada. Cuando alguien te carga con ella, la llevas cuidadosamente soportando su peso hasta que no puedes más y la dejas caer. Entonces, como si te la hubieras comido, todo estalla por los aires sin control dentro de ti y cada gramo de pólvora que se quema va dejando un rastro y va tiznando la superficie allá donde caiga.

  Si cae sobre las manos estas se atan y te impiden abrazar y acariciar a la persona a la que odias (aquella que te dio la caja). Y, ¡gracias a Dios!, porque de no ser así es probable que los puños se encendieran al ver al otro.
Si cae sobre la cara se tuerce el gesto y no deja asomarse a la sonrisa en su presencia.
Si cae sobre la boca la mandíbula se contrae con fuerza y los dientes se aprietan como si les fuera la vida en ello (esto también pasa cuando aparece el enfado, que comparte ciertos síntomas con el odio). Ocurre, además,  si llega a la lengua, que no te deja decir nada excepto reproches y palabras sin sentido del estilo: brggssstt, mientras miras hacia el suelo o el techo indistintamente.

  Pero sobre todo, el odio se nota en las cercanías del hígado. Dentro. Escondido en el abdomen. Como si, al comértelo, el hígado tuviera que segregar una bilis especial para poder digerirlo. Una bilis más ácida y más densa, que originara un proceso lento y tedioso, tanto como para hacerte doblar por la cintura, en los casos más extremos.

  Lo bueno del odio es que las briznas pueden apagarse en un tiempo medio y después solo te queda pensar en qué hacer con los escombros.
Lo malo es que muchas veces siguen y siguen bailando en tu interior sin dejarte concentrar en nada más. De esta forma puedes perderte una nube con forma de oveja en el cielo, una risa de niño e innumerables cosas importantes que sucedan a tu alrededor. Puedes ofuscarte tanto que incluso olvides por qué te cargaron con la caja….pero nunca olvidarás la cara de quién te la dio.

  Lo que está claro, por encima de todo, es que uno no acepta cajas de cualquiera. Si lo has hecho es porque confiabas en el otro y podrías pensar que dentro se escondían, por lo menos, unos dos kilos de chistes malos y Conguitos blancos, que en realidad es lo que querías, no te engañes. El secreto está en rebuscar, tantas veces como sea necesario, hasta que logres acordarte del principio, cómo empezó todo.

 Tal vez, ahora que lo sabes, puedas ser tú el que prepare una caja fantástica (de las que no explotan) que haga el recorrido inverso: de ti hacia el otro. Tal vez así le enseñes que hay otro camino. Del amor al odio hay un paso.
O quizá no. Quizá solo puedas tapar la caja de cualquier manera, cuidando que el fuego no encienda más mechas y reposarla en un lugar lejano donde jamás llegue a estallar.

 Link a la Versión del odio de"Los seis días"