lunes, 11 de junio de 2012

LA FRUSTRACIÓN


Niña que pasea por la acera de la mano de un adulto. Pastelería. Escaparate. Dos manos al cristal, nariz aplastada. Vistazo rápido…concentración en un punto. Ahí. Ahí. Deseo… saliva. Mano pequeña: del cristal a la manga del adulto. Tirón. Tirón dos. Tirón tres. NO. Uno más…porfi: tirón cuatro. NO y NO. Arrastrada por el brazo… la vista aún clavada tras el cristal. La mirada se hace agua. (La frustración guionizada en mis sueños)  
  
Quizá tú no lo sabes aún pero a veces las cosas no son como uno imagina.

Durante toda mi vida me han enseñado a desear, a soñar, a querer y a esperar; pero nunca me han explicado como enfrentarme a no tener todo aquello que deseo, sueño, quiero y espero. Es pura contradicción, ya sabes. Ah, ¿no? Pues contradicción quiere decir que no tiene ningún sentido.

Tú sabes andar porque tus padres te enseñaron a hacerlo y también a levantarte cuando te caíste (Un tipo estupendo, Albert Espinosa, me ha contado que eso suele ocurrir 1279 veces). En cada una de las ocasiones en que diste con tu pequeño cuerpo en el suelo alguien mayor que tú corrió a ayudarte, consolarte y sostenerte. Al principio con mucho esmero y después cada vez con menor preocupación: habías aprendido a hacerlo solo. Gracias a eso eres capaz de controlar las dos caras de una misma moneda.

Cuando creces (no me preguntes dónde tiene que llegar la marca en la pared) vas imaginando objetivos cada vez más grandes, más inalcanzables. Tu mochila se va llenando de metas por cruzar, de gente a la que querer… Sin embargo nadie te dice qué debes hacer cuando no consigues lo que anhelas o cuando lo pierdes. Ese si que es un secreto bien guardado… Yo me pregunto cómo lo hace la gente… Cómo consiguen seguir andando el camino cuando la angustia se agarra a su estómago y su cerebro se niega a pensar en algo más… Nada, no hay respuesta.

Yo sé que esta sensación tiene un nombre: Frustración. También sé que no me gusta. No me gusta ni un poquito. Cuando me siento frustrada no consigo respirar con normalidad, no me concentro. Es como si, en medio de un partido de frontón, la pelota hiciera un bote extraño y no siguiera la trayectoria esperada dejándote ahí, inmóvil, sin comprender qué ha pasado… y perdieras el partido más importante de tu vida. Cada vez que algo así acontece, me duele como si fuera lo único… y aún así consigo levantarme una vez más.

Una vez, cuando era muy pequeña, me llamó poderosamente la atención una palabra que repetían una y mil veces todas las mujeres mayores en un entierro: Resignación. ¡Qué palabra más siniestra y extraña!, recuerdo que pensé. Entendí que era algo así como ponerse en las manos de Dios y confiar en él en aquel momento tan difícil. Yo, que como sabes soy cristiana, me revelé a esa sensación: me negué a cambiar el duelo por la desidia.

Ahora, bastante tiempo después he entendido que la resignación es también la conformidad en las adversidades. El primer paso para desquerer. La medicina que cura la frustración.
Tal vez te parezca que esto que te cuento no es nada bonito y tienes razón. Solo quiero ser justa y poner delante de tus ojos todo aquello que te pueda ayudar a saber qué te ocurre.

Desquerer, conformarse, resignación, frustración… vaya tela. El panorama no es muy alentador. Sin embargo quizá hayas pasado por alto una idea que no he remarcado lo suficiente: LEVANTARSE UNA VEZ MÁS.

Ojala pudiera evitar que cayeras, que te hicieran daño o te sintieses perdido… pero no puedo. Por eso solo quiero que sepas que siempre podrás levantarte una vez más, aunque te parezca imposible, aunque te sientas solo y dolorido, aunque pierdas un trozo de tu corazón en el intento, aunque te vuelvas desconfiado, aunque no des crédito a las fuerzas que te quedan… lo harás.  

“No volveré a ser el mismo”, dirás, con razón, mientras caminas de nuevo…

viernes, 9 de diciembre de 2011

OBSERVARSE POR DENTRO

Encontrarás a mucha gente que te diga que es importantísimo que sepas OBSERVAR. Escucha bien: “observar”, no “mirar”.
Comprenderás que si hacen hincapié en una palabra más que en otra es porque, como sucede a menudo con el juego del lenguaje, no significan exactamente lo mismo.

Esta vez me saltaré mis principios y no buscaré los significados de las dos palabras en la RAE. Tendrás que confiar en mí porque lo que te voy a contar es solo de mi cosecha y quizá no sea "verdad verdadera" del todo.

MIRAR es llevar la vista hacia algo, pero OBSERVAR es sumarle, a la vista, la razón y el corazón durante el tiempo necesario.

Puedes mirar al cielo, a tu hermano pequeño o a tu profesor, pero si les observas descubrirás que no hay un solo tono de azul entre las nubes; que, cuando estáis jugando juntos, a tu hermano se le pone una cara de ilusión muy interesante; y que tu profesor está triste aunque te esté explicando las maravillas que ocurren en la primavera.

Como ves, parece que se gana bastante si en vez de mirar, observas. Yo lo tengo claro. Lo creo a “pies juntillas”.

Y tú dirás: Y, ¿Cómo es eso de observarse por dentro? Buena pregunta. No te creas que es algo fácil y mucho menos que se consigue rápidamente. Ya te he hablado por ahí arriba del “tiempo necesario”. Para mirar, con echar un vistazo de unos segundos basta, pero para observar… para eso necesitas tiempo y paciencia a partes iguales.

Mirarse por dentro sería abrir la boca frente al espejo y ver las anginas, la herida cuando te caes de la bici y te raspas, saber que cuentas con un corazón fuerte, unos pulmones en buen estado, un apéndice (si aún no te lo han quitado), venas por donde corre la sangre, huesos que te sostienen, músculos que te permiten moverte… y si crees que algo no está donde debiera, ir al médico y asegurarte.
Observarse por dentro, como te he apuntado, es algo más. Es saber que además de tus músculos, estar alegre también te permite moverte mejor (¿quién no baila cuando está contento?); es comprender que un abrazo de mamá en los días tristes te sostiene tanto como los huesos,  es haber caído en la cuenta de que la rabia, cómo el apéndice, aunque no sirva para mucho, forma parte de nuestra vida …

Mucha gente no dedica ni un minuto de su tiempo a observarse por dentro. ¿No te perece increíble? A mí, un montón.
Yo paso horas y horas haciéndolo. Creo que voy a estar conmigo toda la vida, así que es mejor que sepa todo lo que pueda. Tengo que aprender a soportarme en soledad cuando algo me hace sufrir y también a dejarme llevar cuando estoy feliz. Esto es algo que nadie puede hacer por mí. Tengo que aprender a ponerle palabras a todo lo que me pasa, a poder decírmelo en voz alta y así, saber explicárselo a las personas que quiero.
Ya te he dicho que todo esto lleva mucho tiempo. Si te animas, te contaré, como un secreto, que serás muuuucho más feliz. Serás tu mejor amigo. Te querrás y sabrás querer mejor. Tendrás relaciones sanas porque TÚ estarás sano.

Si no puedes hacerlo por ti mismo, quizá debas pedir ayuda.
Yo estoy segura de que en esto de mirarse por dentro no lo puedo hacer sola, así que si veo algo raro inmediatamente voy al médico a preguntarle lo que corresponda. No me imagino a mi misma operándome de anginas, no señor. Supongo que tú coincidirás conmigo. 
Pues con lo de observarse ocurre tres cuartos de lo mismo: si no sé qué me pasa o creo que debo sentir o actuar de otra manera ante la vida, lo mejor es llamar al psicólogo. Cuantas más herramientas pueda tener para conocerme y valorarme, mejor que mejor.

Así pues, te deseo que tengas el tiempo necesario en la vida para no descuidarte y dejar de observar. Te deseo fortaleza para no apartar nunca la mirada y curiosidad suficiente para ilusionarte conociendo lo que tienes adentro.


 Grande, QUINO: Guille, hermano de Mafalda.

martes, 15 de febrero de 2011

EL AMOR

¿Sabes? Es difícil hablar del amor… Aprenderás que es algo muy complicado porque no hay una definición exacta que valga a todo el mundo.

El diccionario de la Real Academia Española (ese organismo que nos dice qué son y cómo se usan las palabras con las que tú y yo cada día nos comunicamos) intenta explicar el amor en varias acepciones. A mí, que me encanta la lengua, cuando pienso en aquellos hombres concienzudos intentando detallar este tipo de conceptos siempre se me viene a la cabeza una reunión agitada en la que unos piensan: “¡venga ya!, ¿cómo se hace esto?”, y otros mientras miran al cielo como buscando a aquel que les ha encomendado esta tarea tan dura.

Pues bien, esta es la conclusión:

(Del lat. amor, -ōris).
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

(Diccionario RAE)

Yo no estoy de acuerdo con eso de “su propia insuficiencia” de la primera, pero las otras dos me valen para seguir contándote qué entiendo yo por amor.

Mira: el amor tiene muchos caminos. No grados. Los grados no me gustan. No se quiere más o menos. Se quiere diferente. Se quiere a un padre, a una prima, a un amigo, a tu pareja… Y todos los amores son distintos (gracias a Dios, que aburrimiento si no fuese así) porque, como dice en la segunda definición, cada uno nos completa de una manera y nos atrae por una cosa diferente al otro.

Muchos dicen que amar es repartir trozos de tu corazón pero yo creo que más bien es recuperarlos. Cuando amas notas que nada te falta, que todo está en su sitio. En orden.

Amar es algo así como lanzar telas de araña entre tú y otro. Como si fueras Spiderman.
  • Son lo suficientemente elásticas como para mantenerse en la distancia (también en la distancia que se crea cuando te enfadas con alguien).
  • Son lo suficientemente frágiles como para que algo o alguien las pueda romper (y ahí también está la gracia del amor: no es incondicional. Hay que cuidarlo para que permanezca. Hay que reinventarlo con paciencia).
  • Van de ti hacia otro pero también del otro hacia ti. Y aunque hay veces en que esto no ocurre, cuando notas que el otro cuida el lazo tanto como tú sientes algo que hace que tu estómago se llene de alegría. Esto es el amor correspondido. (El que no lo es duele un montón, pero es otro de los riesgos que tendrás que correr si quieres  disfrutar de lo mucho que puedes obtener cuando sale bien)
  • Son flexibles como para que cada uno haga y sea lo que necesite en cada momento sin obligar al otro (porque en el amor, como dice Drexler en una canción, “uno solo conserva lo que no amarra”).
  • NO ocupan espacio. Puedes tener miles y miles de amores diferentes, sobre todo si eres un suertudo. Cuanta más gente ames, más feliz serás. Nadie es reemplazable, por eso harás bien si le das un lugar privilegiado a todos.
  • Son vínculos sensibles que hacen que vaya de ti a la otra persona una energía especial y querrás para aquella todo lo bueno que puedas imaginar: deseos bonitos, cuidados con mimo, sonrisas y carcajadas… NADIE que te quiera te tratará mal. Ni tú querrás hacerlo con el otro. Si, a veces, por error, envías dolor por tu tela de araña habrás de enmendarlo pidiendo perdón o la romperás; también necesitarás que hagan lo mismo contigo. (Aunque he de decirte, a modo se secreto, que a veces no te explicas cómo resisten tanto. A veces no podrás ni creerte tú mismo todo lo que estás aguantando o todo lo que te están tolerando. Es lo que hacen los padres con los hijos en muchas ocasiones, pero no solo ellos).

Lo mejor del amor es que llega sin esperarlo. Lo malo es que buscarlo es, casi siempre, infructuoso. Lo peor es que no se puede comprar ni alquilar cuando lo necesitas y no lo tienes.

Es un regalo. Es mejor de todos.


lunes, 24 de enero de 2011

LA CONFIANZA

CONFIANZA es de esas palabras que todo el mundo usa y comprende pero que nadie puede describir fácilmente sin aludir a lo que es para él mismo.

  Yo, sobre todo, te voy a decir que se refiere a una idea que merece la pena sentir.

  La confianza tiene un color luminoso que deja ver con claridad a su alrededor. Puede tener dos direcciones: hacia uno mismo o hacia otra persona.

La confianza en uno mismo es la seguridad de saber reconocer tus puntos fuertes como algo en lo que apoyarte. Como una silla sólida que te sostiene cómodamente mientras pisas el suelo que deseas, a veces de puntillas y otras veces con toda la planta del pie, pero no con miedo. También puede ser el motor que te empuja.

La confianza en los demás es otra historia. Cuando confías plenamente en alguien suele ser recíproco. Es la sensación de nunca estar solo, de sentirse cuidado, respaldado. Es saltar al vacío y saber que siempre habrá alguien que te recoja debajo. Es tener la certeza de que lo importante para ti será importante para el otro, porque en realidad TÚ eres lo que importa.

Sentir que confías o que confían en ti es algo muy poderoso.


“Confío en todo el mundo. Sin excepción. Matizo; de entrada confío en todo el mundo. La confianza es para mí un corcel que me permite cabalgar por el mundo con libertad y tranquilidad. Siempre he pensado que la desconfianza conduce al temor y al miedo. La confianza arma de valor y conduce a lugares donde quizás no llegaríamos si fuéramos presos de ese cilicio prieto que nos hace recordar lo que nos puede hacer daño.

Es verdad que a veces llegamos a lugares en los que nos llueven piedras, golpes y ultrajes. Cierto. ¿Pero no es mejor sanar una herida que vivir acongojado para no recibir sobresalto alguno? ¿No es mejor vivir con la tranquilidad de creer en las Personas buenas?

La confianza me lleva a trote por lugares extraordinarios y me saca al galope de vericuetos peligrosos; me mece, me canta, me alimenta, me estimula, me hace sentir que la vida, tan perra a veces, es un lugar fabuloso para sentirse persona. Y para sentir a las demás personas.

Al final todo se reduce a una cuestión práctica más que poética. ¿Quién no prefiere un paseo tranquilo por una playa en una mañana de sol antes que deambular por un callejón oscuro y mugriento? La confianza es mi playa, mi sol y su antítesis no deja de ser un callejón oscuro en el que a veces me despierto al tropezar con una roca en la orilla… Pero me levanto, sigo mi camino y entonces aprendo por donde no debo volver a pasar, con la certeza que no me queda ningún lugar extraordinario por recorrer de cada una de mis playas”.

 Texto de Turula (http://turulax.blogspot.com/)




miércoles, 19 de enero de 2011

CUANDO SE ENFADAN CONTIGO

Lo normal en la vida es empezar por el principio. La historia es que muchas veces las cosas no siguen un curso normal y entonces tienes que fastidiarte y aceptarlas como vengan.
  Lo normal debería ser que primero explicara cómo se siente el enfado propio y después cómo afrontar un enfado, pero puede que alguien se enfade contigo sin que tú te hayas enfadado nunca. No sé cuál es el orden lógico.

  Cuando alguien se enfada contigo, se enfada y punto. Tú no puedes controlar casi nada.

Lo primero que te haría bien es saber por qué se ha producido esa situación: qué has hecho para que el otro reaccione así. Quizá tengas la inmensa suerte de que el enfadado te lo explique, aunque sea a gritos y con insultos. Si es así al menos podrás valorar si estás de acuerdo con lo que dice y actuar en consecuencia.

  1. Cuando creas que el enfadado tiene toda la razón de sentirse como lo hace contigo, debes pedir perdón. Pero si crees que no tiene razón, no es necesario que lo hagas. Pedir perdón por todo tampoco es sano. A veces puedes saber que pidiendo perdón, incluso sin sentirlo, vas a simplificar las cosas. Eso no es bueno. Los conflictos tienes que afrontarlos, nunca dejar que tu miedo te lleve a fallarte a ti mismo.

    • El enfadado tiene todo el derecho a no perdonarte. Esto es muy doloroso porque cuando no te perdonan te queda poco por hacer. Es probable que te sientes triste y vacío. Es probable que no entiendas por qué las cosas han llegado hasta ese punto cuando no tenías intención de hacer daño a nadie. Incluso puede que te cueste hacerte a la idea de haber perdido la amistad del enfadado… pero ha sucedido y, aunque ahora no te sirva de consuelo, mañana volverá a salir el sol y la vida seguirá.

    • Si el enfadado te perdona es como si te regalara una segunda oportunidad. Debes aprovecharla porque, en la vida, no hay demasiadas oportunidades para una misma cosa. Abrázale fuerte y demuéstrale que estás agradecido del esfuerzo que hace.

Si no te parece una suerte inmensa que el enfadado te haya contado por qué lo está piensa en que también podría ocurrir que decidiera un día cambiar de actitud contigo y jamás te dijera por qué. Si fuera así solo queda aguantarse y aceptar la ruptura. Te sentirás tan mal como si no te hubieran perdonado solo que más confuso porque no sabrás por qué ha ocurrido todo. Quizá pases algún tiempo inventando teorías sobre qué pudiste hacer. En realidad no sirve para nada. El dolor se cura prestándole atención, dedicándole un tiempo determinado y después, sobreponiéndose a él.

Mucha suerte. Ojalá se enfaden poco contigo. Ojalá seas una persona capaz de medirse. Y si algún día tienes que pedir perdón por ello ojalá recibas siempre un abrazo de vuelta.


miércoles, 12 de enero de 2011

LA TRISTEZA

Es difícil definir “TRISTEZA”. Se puede coincidir en que cuando uno está triste tiene la moral baja, está abatido, es más negativo y le apetece menos relacionarse con los demás.

Te invita a recogerte, a sacar lo más oscuro que hay dentro de ti. Es por eso que quieres estar solo y te sientes vulnerable. Aunque seas un gran experto o estés trabajando duro en aprender sobre tus emociones, como al resto de la gente, te seguirá costando exhibir tus miserias. Así que cuando estás triste, te encuentras mejor contigo mismo, dando rienda suelta a todo lo que se concentra en tu pecho.

A tu cuerpo, le ocurre lo mismo que a la mismísima Tierra.      Cuando el ambiente esta cargado y gris cae la lluvia. El agua purifica y limpia todo aquello que toca para dejar paso al Sol que calienta.
Contigo es igual; la tristeza se hace un ovillo cerca de tus pulmones y tu corazón y, cuando ya es algo compacto, pide paso saliendo en forma de agua. Las lágrimas de tristeza no son como las de rabia (pequeñas, rápidas y explosivas), sino que son densas y grandes. Pesan. Mucho. Porque con cada una de ellas algo importante de lo que te duele se va. Porque arrastran todo y te liberan. Acaban saliendo por los ojos para quitar el pesimismo de tu mirada, perfectos para empezar una nueva visión de la vida.

Es importante dar la bienvenida a la tristeza, escucharla, atenderla… Si te sientes triste no pasa absolutamente nada.

Pero no puedes creértela del todo. Debes mirarla con un poco de recelo. Es una amiga egoísta que necesita la atención justa. Cuando comprendas por qué te ha visitado debes echarla educadamente de tu vida, hacer todo aquello que no le gusta para que se vaya: salir con los amigos, reírte a carcajada limpia, decirte lo maravillosa que puede llegar a ser tu existencia… No lo olvides. Tú no eres triste: ESTAS triste. Y este estado tiene que tener un fin. Ahora. Cuando digas YA.


“La tristeza a veces te desnuda en pleno invierno y otras te pone bufandas un día de Agosto. Con su fuerza te invade hasta hacerte sentir microscópica, tan pequeña que todo lo que un día cualquiera es fácil, se vuelve una tarea casi imposible.

  La tristeza te arrincona, hace que te acurruques, que se desborden todos y cada uno de los ríos que recorren tu alma. Algunas veces brotan como cascadas de tus ojos, otras tan sólo te inundan bloqueando sentimientos.

  Lo peligroso es cuando te seduce, cuando sin darte cuenta estás buscándola tú solita, andando por la casa en pijama, tumbándote en la cama un domingo a escuchar alguna canción demoledora...diciéndola: ven conmigo, quedémonos aquí mirando el Mundo desde lejos.

  Otras veces viene de visita por sorpresa, y te pilla en un largo viaje de Metro, desarmada, mientras miras la pared de cada túnel por la ventana, los zapatos de los demás, sus silencios, las portadas de sus libros.
  No es razonable, ni deductiva. No es proporcional ni matemática...pero puede ser  inspiradora, motor de creatividad y, a veces, de reencuentros necesarios.

  No todos sabemos como despedirnos a tiempo de la tristeza...y ahí está su poder, su margen para tejer sus propios hilos.

Yo creo que hay anti-inflamatorios para la tristeza, pero no antídoto. Y lo mismo hasta me alegro.”

Laura DudaConPatas



domingo, 9 de enero de 2011

LA IRA

Una vez me explicaron cómo los hombres hemos ido teniendo una vida más complicada a lo largo de los años de nuestra existencia. No quiero decir con esto que complicado sea sinónimo de duro. Nuestros antepasados vivieron las nieves metidos en una caverna, cazaban para comer y morían a una edad más temprana. Simplemente la vida era así, sin más. Su lenguaje era más corto porque las prioridades eran otras: estrés o depresión no tenían sentido entonces. Hemos ido evolucionando nuestro contexto y también nuestras emociones. Sin embargo mantenemos respuestas irracionales que eran puro instinto de supervivencia antes y quizá ahora no valgan para mucho.            

Haciendo un símil informático es como si tuviéramos un portátil con las entrañas de un ordenador de hace 25 años. Necesitamos la versión Homo.2011.

La IRA, es una respuesta natural ante una amenaza. Cuando sientes que estas en peligro tu cuerpo entero se prepara para el ataque. Pero, bien sabes, que, como en un coche, no se puede llegar de cero a cien en dos segundos. Se trata de ir subiendo una escalera peldaño a peldaño, una escalera inconscientemente.

La ira es como un juego de hechos o palabras encadenadas. Cada una te lleva a la otra, que es aún más complicada… Y en el largo camino: te excitas, te revuelves, pierdes el control, solo quieres ser más, ganar… y hasta sueles olvidar la palabra de partida.

El discernimiento se convierte en una nebulosa. No se puede desandar lo andado. Solo se puede seguir subiendo. Y lo que comenzó siendo un camino es un callejón sin salida.

Hay que aprender a parar la espiral. A pararla a tiempo.

Solo hace falta, como en “El Encantador de perros”, un toquecito en las patas que te haga desconcentrarte, mirar el camino, parar. Un clic en el cerebro que desconecte el “Modo Alterado”.

Solo así es posible.

Algunos “toquecitos” que podemos darnos a nosotros mismos para salir de la espiral:

  • Correr.
  • Reír.
  • Abandonar la habitación.
  • Abrazar al otro sin previo aviso.
  • Gritar (después de haber abandonado la habitación)
  • Respirar hondo.
  • Contar hasta 50.
  • Darnos la vuelta, ponernos el mute, y decir palabrotas.