Niña que pasea por la acera de la mano de un adulto. Pastelería.
Escaparate. Dos manos al cristal, nariz aplastada. Vistazo rápido…concentración
en un punto. Ahí. Ahí. Deseo… saliva. Mano pequeña: del cristal a la manga del
adulto. Tirón. Tirón dos. Tirón tres. NO. Uno más…porfi: tirón cuatro. NO y NO.
Arrastrada por el brazo… la vista aún clavada tras el cristal. La mirada se
hace agua. (La frustración guionizada en mis sueños)
Quizá tú no lo sabes aún pero a veces las cosas no son
como uno imagina.
Durante toda mi vida me han enseñado a desear, a soñar,
a querer y a esperar; pero nunca me han explicado como enfrentarme a no tener
todo aquello que deseo, sueño, quiero y espero. Es pura contradicción, ya
sabes. Ah, ¿no? Pues contradicción quiere decir que no tiene ningún sentido.
Tú sabes andar porque tus padres te enseñaron a hacerlo
y también a levantarte cuando te caíste (Un tipo estupendo, Albert Espinosa, me
ha contado que eso suele ocurrir 1279 veces). En cada una de las ocasiones en
que diste con tu pequeño cuerpo en el suelo alguien mayor que tú corrió a
ayudarte, consolarte y sostenerte. Al principio con mucho esmero y después cada
vez con menor preocupación: habías aprendido a hacerlo solo. Gracias a eso eres
capaz de controlar las dos caras de una misma moneda.
Cuando creces (no me preguntes dónde tiene que llegar
la marca en la pared) vas imaginando objetivos cada vez más grandes, más
inalcanzables. Tu mochila se va llenando de metas por cruzar, de gente a la que
querer… Sin embargo nadie te dice qué debes hacer cuando no consigues lo que
anhelas o cuando lo pierdes. Ese si que es un secreto bien guardado… Yo me
pregunto cómo lo hace la gente… Cómo consiguen seguir andando el camino cuando
la angustia se agarra a su estómago y su cerebro se niega a pensar en algo más…
Nada, no hay respuesta.
Yo sé que esta sensación tiene un nombre: Frustración. También
sé que no me gusta. No me gusta ni un poquito. Cuando me siento frustrada no
consigo respirar con normalidad, no me concentro. Es como si, en medio de un
partido de frontón, la pelota hiciera un bote extraño y no siguiera la trayectoria
esperada dejándote ahí, inmóvil, sin comprender qué ha pasado… y perdieras el
partido más importante de tu vida. Cada vez que algo así acontece, me duele
como si fuera lo único… y aún así consigo levantarme una vez más.
Una vez, cuando era muy pequeña, me llamó poderosamente
la atención una palabra que repetían una y mil veces todas las mujeres mayores
en un entierro: Resignación. ¡Qué palabra más siniestra y extraña!, recuerdo
que pensé. Entendí que era algo así como ponerse en las manos de Dios y confiar
en él en aquel momento tan difícil. Yo, que como sabes soy cristiana, me revelé
a esa sensación: me negué a cambiar el duelo por la desidia.
Ahora, bastante tiempo después he entendido que la
resignación es también la conformidad en las adversidades. El primer paso para
desquerer. La medicina que cura la frustración.
Tal vez te parezca que esto que te cuento no es nada
bonito y tienes razón. Solo quiero ser justa y poner delante de tus ojos todo
aquello que te pueda ayudar a saber qué te ocurre.
Desquerer, conformarse, resignación, frustración… vaya
tela. El panorama no es muy alentador. Sin embargo quizá hayas pasado por alto
una idea que no he remarcado lo suficiente: LEVANTARSE UNA VEZ MÁS.
Ojala pudiera evitar que cayeras, que te hicieran daño
o te sintieses perdido… pero no puedo. Por eso solo quiero que sepas que
siempre podrás levantarte una vez más, aunque te parezca imposible, aunque te
sientas solo y dolorido, aunque pierdas un trozo de tu corazón en el intento, aunque
te vuelvas desconfiado, aunque no des crédito a las fuerzas que te quedan… lo
harás.
“No volveré a ser el mismo”, dirás, con razón, mientras
caminas de nuevo…
Gracias por esta lección en letras :-)
ResponderEliminar